Oración y Evangelio 20251002

OREMOS

Alaben al Señor por su bondad, porque es eterno su amor.
1 CRÓNICAS 16:34

SEÑOR JESÚS

Al comenzar este nuevo día, pon en mi corazón la sencillez y la confianza de un niño. En un mundo que me invita a competir y a buscar ser el más grande, ayúdame a abrazar la humildad de los pequeños gestos: servir sin llamar la atención, depender de tu Padre con un corazón sincero y encontrar la alegría en las cosas simples. Que mi grandeza esté, hoy, en saberme amado por Ti sin merecerlo.

Encomiendo mi camino a mi Ángel Custodio, ese fiel mensajero que contempla sin cesar el rostro de Dios. Que me acompañe e ilumine para reconocerte en cada persona que encuentre, en especial en los más "pequeños" y frágiles. Que mi actitud hacia ellos sea de acogida y respeto, sabiendo que al recibirlos, te recibo a Ti.

AMÉN.

EvDH:”El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial."
En el contexto del pasaje Jesús está respondiendo sobre quien es el mayor en Su Reino. En su respuesta queda incluida la realidad de muchos que finalmente son los pequeños de Su Reino, pues tienen a su haber… debilidades, pobrezas y flaquezas, pero siguen en el camino con la necesidad de custodios que los acompañen siempre.
En la tradición Judía dividían a los ángeles en diferentes clases o niveles. Un nivel mayor son los ángeles de la Presencia, los que ven el Rostro de Dios. Y Jesús deja en claro que la importancia de los niños es tal, que Dios les ha asignado para ser sus custodios a los Ángeles de la Presencia. (se podría decir, a los Ángeles de la primera clase y nivel)
Cierto es que no leemos, ni adivinamos el futuro, pero atendiendo, acompañando y cuidando a cada niño y a cada niña en su caminar, desde ahora construimos el futuro. Sin saberlo, podemos estar atendiendo y acompañando a futuras madres y mujeres de empuje y emprendimiento en la sociedad y la Iglesia. A grandes profesionales de la medicina, a hombres y mujeres de Dios que tomarán la antorcha de la verdad, pues alguien en su momento creyó en ellos y los amó contra toda probabilidad.
Pedimos humildemente al Espíritu que nos cuide de despreciar a los pequeños de Dios. Que nos ayude a siempre estar ciertos de que lo que hagamos por cuidarlos y sacarlos adelante, es porque estamos viendo y recibiendo en ellos al Mismo Jesús.

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