Oración y Evangelio 20251110

Una voz anuncia a gritos: “Preparen en el desierto un camino al Señor, allanen en la estepa una senda a nuestro Dios.
ISAÍAS 40:3 

OREMOS

Que esta mañana, nos encuentres con un corazón humilde y vigilante. En el ajetreo de hoy, en las conversaciones y las prisas, guarda nuestras acciones y palabras. Que no seamos nosotros, por egoísmo o descuido, ocasión de tropiezo o mal ejemplo para quienes nos rodean, especialmente para los más sencillos de corazón.

Concédenos, Jesús, la fe pequeña pero firme de la semilla de mostaza. Con ella, queremos vivir el mandato más exigente del Evangelio de hoy: perdonar de corazón, una y otra vez, a quien nos ofenda. Que la fe en tu misericordia infinita sea la fuerza que nos permita ser reflejo de tu perdón en nuestra familia y trabajo.

AMÉN.
EvDH:”Jesús dijo a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!
Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.”
Ha habido épocas en nuestra Iglesia en que, si vender piedras de moler fuera posible, hubiera sido un gran negocio.
Toca no bajar la guardia, el mismo Jesús nos deja en claro que si hay humanos…humanidades habrá. Y sabiendo esto, no solo tener el dato de que sucedió, sino que puede volver a suceder, o incluso está sucediendo. 
Lo primero es prevenir, además del filtro lógico que supone servir en la Iglesia o a nombre de ella, estar atentos a la formación de todo tipo de líder o autoridad en la Iglesia, pues ya hemos comprobado la metástasis maligna que se esparce al dejar pasar esto, o disfrazarlo de religiosidad.
Hemos comprobado que los lobos no solo se visten de oveja, sino también se disfrazan de pastor, con la dimensión del daño que se hace desde esa posición.
Toda la grandeza que podamos presumir como Iglesia, se convierte en una gran vergüenza, pues una sola alma pequeña de la que se haya abusado, de la forma que sea, no puede, ni debe ser escondida con la sombra eclesial o de grandes movimientos de la Iglesia.
Que esta oscuridad no opaque la luz de tantos hombres y mujeres en y de La Iglesia que son verdaderos agentes de Misericordia.
De la CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO AL PUEBLO DE DIOS (2018)
Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños. Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Via Crucis escrito para el Viernes Santo del 2005, se unió al grito de dolor de tantas víctimas y, clamando, decía: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! [...] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25)» (Novena Estación).

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