Oración y Evangelio 20250204

No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto. Al contrario, bendigan, pues han sido llamados a heredar una bendición.
1 PEDRO 3:9 

EvDH:”Como (Ella)había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Esta mujer es la prueba de la gran diferencia que hay entre rodear y estrujar a Jesús, y en atreverse a tocarlo.
Lo más que podía pasar es que no pasara nada, llevaba todas las de perder, pero se aferró al último recurso, y con el gramo de fe que le quedaba tocó la orilla de su manto con la certeza de que eso la curaría. Para una mujer con 12 años de padecimiento de hemorragias, era más de lo permitido y pensado. Agreguemos el detalle no menor de que su sangrado la hacía “impura” para su gente y su cultura, por lo que se arriesgaba a ser apedreada de haber sido descubierta en medio de la gente que se agolpaba.
Además del hecho de tocarlo, que fue lo que desató todo, estaba el poder hacerlo en medio de una apretada multitud que apenas dejaba a Jesús avanzar, y que por lógica le dificultaba, con su enfermedad y debilidad, el poder alcanzarlo. (En el Cielo le preguntamos cómo le hizo y quien la ayudó)
Hoy subrayamos que Jesús al verla a sus pies, frente de Él, le dice antes que nada: ¡HIJA! Lo habrá dicho en otras ocasiones y a otras mujeres, pero en el contexto de este pasaje es la palabra que lo sella todo, y al decirle HIJA le regresa la dignidad, le declara que Dios es Su Padre, que ella pertenece a la familia de Dios, y con esto la cura de su hemorragia del alma, pues había perdido todo en sus años de enfermedad.
Hoy pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a que, con nuestra oración, podamos tocar el corazón de Jesús. Que podamos, sin pregonarlo o publicarlo, ser de ayuda a muchos que quieren acercarse y tocarlo para sanarse de muchas dolencias internas y externas. 
Humildemente, y llenos de confianza le pedimos al Ayudador del Cielo que nos haga escuchar la Voz de Dios cuando nos dice y nos llama: HIJA o HIJO, que Él nos ayude a exclamar y decir desde nuestro corazón ¡ABBA, Padre! (Romanos 8,15)

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