Oración y Evangelio 20250426

SEÑOR JESÚS

     En este día que cierra la Octava de Pascua, te damos gracias porque, como a María Magdalena y a los discípulos incrédulos, te revelas a quienes dudan o lloran. Tú vences nuestra dureza de corazón con tu misericordia, transformando el escepticismo en fe y el llanto en anuncio gozoso. Al comenzar este día, danos la humildad de María para reconocerte en lo inesperado, y la apertura de los discípulos de Emaús para escuchar tu voz. Que cada encuentro contigo nos impulse a correr y compartir, que «¡estás vivo!».

     Jesús resucitado, tú nos envías hoy, como a los Once, a «predicar el Evangelio a toda criatura». Que nuestras palabras y acciones, sean reflejo de tu amor que vence la muerte. Sana nuestra incredulidad, como hiciste con los apóstoles, y conviértenos en testigos, capaces de llevar esperanza a quién vive agobiado por la tristeza. Que este día, guiado por Ti, sea un paso más hacia la misión que nos confiaste: ser luz en las sombras y voz de tu victoria.

AMÉN.
BUENOS DÍAS.
FELIZ Y BENDECIDO SÁBADO DE PASCUA.

Oración 

El pueblo que a oscuras caminaba vio surgir una luz deslumbradora; habitaban un país tenebroso y una luz brillante los cubrió.
ISAÍAS 9:1



EvDH:¨ En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."
El pasaje cuenta que los discípulos estaban tristes y llorando cuando María Magdalena fue a avisarles que Jesús había resucitado. Llega un momento en que la tristeza toma tal control de nosotros, que no nos deja creer, que no nos permite creer, pues curiosamente nos quita la extraña protección que da el estar afligido, el estar triste.
No es menor el dato de que los discípulos más cercanos, a excepción de Juan, no lo vieron morir, lo que curiosamente dificultaba creer que hubiera resucitado.
No es cosa menor, que Jesus, al aparecérseles les reclame, por un lado la incredulidad, y por otro lado, la obstinación de no creer, por la razón que fuera. 
Queda entre las letras, el hecho de no creer a los enviados, de no creer a los elegidos, de que fueran otros los que tengan la noticia y ellos no, eso hasta hoy sigue siendo una enfermedad mayor entre nosotros: Como no lo digo yo, como no lo organizo yo, como no lo empecé yo, entonces no lo creo, y hasta lo boicoteo. Aunque el precio puede ser retardar o retrasar la buena noticia de Jesus.
Hoy pedimos al Espíritu Santo el Don de la alegría para anunciar la muerte y proclamar la Resurrección de Jesús. Le pedimos también que nos libre de filtros que minimicen el mensaje, por no aceptar a las personas que Él haya elegido para dar la noticia. 
Si ya nos eligió a nosotros, ¡¿a quién no podrá elegir?!

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