Oración y Evangelio 20241202
Pero nosotros hemos de dar gracias a Dios, que por medio de nuestro Señor Jesucristo nos concede la victoria.
1 CORINTIOS 15:57
EvDH: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".
Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace".
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.”
Quede en actas que nadie en Israel, en la experiencia de Jesús, tenía la fe de este soldado romano.
Hoy lo leemos a la distancia, pero en el contexto cultural de aquel momento, lo dicho por Jesús, era una afirmación que rayaba en blasfemia para muchos.
Un soldado, un gentil, un pagano, y encima romano, uno de los que los habían conquistado, tenía más fe que nadie en Israel.
Nadie se podía imaginar que la frase de este Centurión sería dicha y repetida por miles cada día en todo el mundo, en un momento cumbre de la Misa.
El concepto de Autoridad que tiene este soldado, coloca todo en el orden correcto. Es Jesús quien hace la aclaración de que esto va más allá de galones, rangos y medallas, que es la fe de este soldado la que lo hace entender Quién es La Autoridad total y final.
Hoy oramos y decimos, con la ayuda del Espíritu Santo: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”
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