Oración y Evangelio 20230202
Alégrense profundamente, hermanos míos, cuando se sientan cercados por toda clase de dificultades. Es señal de que su fe, al pasar por el crisol de la prueba, está dando frutos de perseverancia.
SANTIAGO 1:2-3
que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel.
El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo,
y cuando los padres de Jesús llevaron al niño
para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos”
La sensación en el alma de haber alcanzado algo, de haber logrado algo vital y trascendente, es, sin duda, una de las más grandes experiencias que se pueden vivir y agradecer.
En las palabras de Simeón se escucha la íntima experiencia de una promesa íntima, de no morir, sin antes haber visto al Salvador. Ciertamente nadie podía haberle adelantado que él iba a poder cargar en sus brazos a La Salvación de Dios.
Pero el pasaje deja claro que era el Mismo Espíritu Santo Quién lo guiaba y conducía. Siendo también Quién le revelara la identidad divina de Aquel bebé.
Conocer y reconocer a Jesús es lo que sostiene todo lo que hacemos y vivimos.
Su Presencia en nuestras vidas es lo que hace que todo tenga un para qué y un destino.
Hoy agradeciendo eso, pedimos al Espíritu Santo que nos conduzca a llevar a muchas almas al conocimiento de La Salvación de Dios, de Jesús.
Que se cumpla en nosotros y muchos más, la alegría que Él hizo vivir a Simeón, la de ver ver, saber y amar al Salvador antes de morir, para que el final no sea una salida, sino un Encuentro.
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