Oración y Evangelio 20230201

Puse mi esperanza en el Señor, él se inclinó hacia mí y escuchó mi lamento. Me sacó de la fosa desolada, del fango cenagoso; me alzó sobre una roca afianzando mis pasos.
SALMOS 40:2-3 BHTI

EvDH:”Les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe.”
Se juntan ideas y experiencias. 
Aquí se suman, el no estar ciertos de lo que Dios puede hacer, que ya es mucho; con el estar muy ciertos de que no puede hacer mucho o nada, y menos aún con los que conocemos o decimos conocer.
Se le desprecia porque se le “conoce” , porque creen conocerlo. (“de cuando acá éste…”, “¿¡quién se cree”!?) y limitamos a Dios a nuestras muy pobres medidas, a nuestra falta de fe.
Jesús deja claro que es un impuesto a pagar por parte del profeta entre los suyos. No son pocos los que de alguna forma han sobresalido en la vida más allá de los suyos, o bien… a pesar de los suyos.
También queda claro que en su convivir con la gente de su Villa, de su Pueblo, nunca llamó la atención de más, era solo uno más entre ellos, por lo que era más difícil ubicarlo ahora como profeta. Se puede ver que cuidó su llamado y el tiempo de su llamado.
Pidamos al Espíritu Santo estar ciertos de nuestro llamado más allá de la opinión experta de otros sobre nosotros. Que nos libre de menguar nuestra fe al punto de asombrar a Dios por lo poco que nos atrevemos a creer.

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