Oración y Evangelio 20240414
En cuanto a ustedes, hijos míos, pertenecen a Dios y han vencido a esos falsos profetas, pues el que está con ustedes es más fuerte que el que está con el mundo.
1 JUAN 4:4
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.”
En varios pasajes del NT se lee que una de las formas de acercamiento para con las personas y personajes de su tiempo que Jesús más practicó, fue la sentarse a comer con ellos. Con todo lo que implicaba el convivir y conversar al momento de los alimentos. (De hecho la crítica por hacerlo fue constante)
No anunciamos un fantasma, anunciamos al Resucitado.
Llama la atención que aquí no era la poca fe o la incredulidad la que los hacía resistir a creer lo que estaban viendo (¡dichosos ellos!). Dice el pasaje que era la gran alegría y la total admiración, las que no los dejaba acomodar semejante información en alguna parte (de por sí no se puede).
Por eso Jesús se va a lo elemental, a comer y a compartir alimentos. (Su Cuerpo Resucitado, ya no lo necesita, pero no tiene problema en hacerlo, y lo aprovecha).
Que El Espíritu Santo nos ayude a sentarnos a la mesa con Jesús, a compartir Su Pan y Su Vino que se transforman por amor a nosotros. Y en el hacer cotidiano de cada día, en la mesa de casa, cuando compartamos alimentos con los que amamos, sepamos que Él está ahí también, sentado a la mesa y sobremesa con nosotros.
Anunciamos al Resucitado que nos ama, no a un fantasma que nos quiera asustar.
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