Antes de juzgar a alguien considera estos consejos
Antes de juzgar a alguien considera estos consejos
¡Las personas usualmente necesitan más
amor en los momentos en que menos lo merecen! No nos corresponde juzgar a las
personas. Es común juzgar a las personas basándonos solo en lo que vemos, pero
nunca es correcto hacerlo.
Tal como Jesús nos enseñó, somos tan
rápidos para ver los defectos en los demás, que nos cegamos a ver los propios.
No es nuestro trabajo el juzgar los motivos o el corazón de cualquier persona;
porque incluso cuando lo hacemos, no
podemos hacerlo bien porque no conocemos lo que pasa en la vida de la persona.
Por ejemplo:
·
Detrás de un hombre engreído
con actitud a la defensiva, usualmente se encuentra un niño indefenso que fue
hostigado, quien se prometió a sí mismo no volver a permitirlo cuando fuera
grande, ni volver a ser una víctima otra vez.
·
Detrás de una mujer
que exhibe sus atributos físicos y su sexualidad, usualmente se encuentra una
niña que fue ignorada, abusada o con falta de amor en su vida, a la que le
atormentan pensamientos de quedar sola o no ser deseada.
·
Detrás de un
empresario avaricioso, usualmente se encuentra un niño que creció pobre y
experimento la impotencia que la pobreza implica y que se prometió a sí mismo
no volver a sentirlo o vivirlo otra vez.
·
Detrás de un
intelectual arrogante que se cree sabelotodo, se encuentra un niño o niña que
se sintió estúpido en la escuela o impotente en otras áreas, que ahora quiere
esconderse detrás de una careta de intelecto o grados académicos para retomar
el control de su vida.
·
Detrás de un
criminal rudo, usualmente se encuentra un niño miedoso que creció rodeado de
crimen, con una vida rota de la que no encontró salida para escapar esa suerte.
Obviamente el dolor del pasado de una
persona no justifica su pecado presente, pero el conocer un poco más de su
historia nos permite tener compasión y evita la tentación de hacer un juicio
duro o injusto.
Aquí comento un ejemplo real y poderoso
para dar ejemplo a lo que quiero decir:
Mi tía Laura es una de las personas más
amables que puedes conocer. Tiene una alegría contagiosa y su risa inunda la
habitación desde el momento que llega. Yo siempre sonrío al pensar en ella.
Ella se da a querer a cualquiera que puede conocerla, pero no siempre fue así.
De hecho, hubo un momento muy duro en
su vida, en donde nadie hubiera podido conocerla como la persona alegre y
cariñosa que hoy es.
Hace algunas décadas, ella fue adicta a
la heroína, estuvo presa y tuvo relaciones disfuncionales con varios hombres
muy peligrosos.
Si alguien la hubiera conocido en ese
momento de su vida, probablemente le habría sacado la vuelta en la calle. Nadie
hubiera querido acercársele. La hubieran juzgado como “adicta” y “criminal”, y
en la superficie, el juicio hubiera sido correcto, pero hay algo más en su
historia de lo que se podía apreciar a simple vista.
Estoy seguro que su perspectiva
cambiaría si conocieran más sobre ella. No siempre fue una adicta, de hecho, el
tiempo oscuro en su vida quedó determinado por un momento decisivo, un día que
cambió su vida para siempre. Yo solo tenía cinco años, pero lo recuerdo como si
fuera ayer. Lo recuerdo porque fue el primer día en que vi a mi padre llorar.
La tía Laura y su familia estaban
disfrutando de un hermoso día de verano en un lago. Su hija, Tina, se asomó a
un lado de la barca en que se encontraban para observar el agua, cuando se
resbaló y cayó al agua.
Su padre, mi tío Dean, escuchó cuando
ella cayó y por instinto hizo lo que cualquier padre hubiera hecho: se aventó
detrás de ella. Ninguno de ellos sabía nadar por lo que ambos se ahogaron ese
día.
Unos días después se realizó el
funeral, tan desgarrador, que quisiera que ninguna familia tuviera que pasar
por ello.
El tío Dean y Tina fueron colocados en
el mismo ataúd, y cuando mi tía vio el cuerpo de su esposo sosteniendo al de su
hija, algo dentro de ella se quebró. Era el tipo de dolor que ningún corazón
humano puede resistir.
Después, cuando ella decidió insertar
la aguja de la droga por primera vez, no lo hizo para sentirse drogada, sino
que lo hizo para adormecer su dolor. Ahora, ¿Su tragedia justifica su pecado?
No. Pero conocer su historia cambia la perspectiva, ¿No es cierto?.
Las personas que más sufren merecen nuestra
comprensión
Siempre es un error pecar y nunca
debemos justificar nuestros pecados ni los de cualquier otra persona, pero,
historias como las de mi tía Laura nos recuerdan que las personas que más
sufren en este mundo merecen nuestro amor y comprensión, no nuestro juicio.
Necesitan nuestro apoyo, no nuestra condena.
Fue Madre Teresa de Calcuta quien
conmovedoramente dijo:
"Es imposible juzgar a alguien y
al mismo tiempo amarlo".
Por lo tanto, la próxima vez que veas
que alguien se comporta de la peor manera en que resulta imposible amarlo o
amarla (Y todos lo hemos sido alguna vez en nuestra vida), trátalo con
compasión.
¡Las personas usualmente necesitan más
amor en los momentos en que menos lo merecen! No nos corresponde juzgar a las
personas, arreglarlas o cambiarlas. Solo podemos amarlos y confiar en que Dios
obrará en ellos para hacer el resto
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